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Seguridad ciudadana en serio

Escrito por: Carlos R. Salcedo C.

Como Heritage Foundation existen en Estados Unidos otras instituciones neoconservadoras como el Manhattan Institute, que han participado en la elaboración de políticas de seguridad pública. La última, según Wacquant,  fue la primera “fabrica de ideas” de la nueva derecha norteamericana federada, la que, a principios de  los noventas y de la publicación de un número especial de su lujosa revista City, se convirtió en fuente principal de consulta para la toma decisiones de los funcionarios encargados de la seguridad pública de la región.

La ambición de civilizar la ciudad llevó a la revista a promover la  idea del carácter sagrado de los espacios públicos, como algo indispensable para la vida urbana y, por el contrario, que el “desorden” en que se complacen las clases pobres es el terreno nutricio natural del crimen.

Los niveles de criminalidad y violencia urbanas vienen causando serias preocupaciones a gobernantes y gobernados, “patriotas”, ciudadanos y a quienes tras su preocupación aspiran con acabar la pobreza, a través de la criminalización y penalización de la miseria.

La forma primitiva y arbitraria con la que la Policía Nacional enfrenta la delincuencia, atacando solo los síntomas de tal fenómeno, se desarrolla junto al desdén por las causas de inseguridad, como la miseria, desocupación y discriminación.

Los intercambios de disparos, verdaderos paredones, patíbulos y tribunales en la práctica permanente, marcan la tolerancia cero, pero de manera discriminatoria contra grupos de personas determinados, donde cunde la indigencia.

¿Donde está la tolerancia cero de los delitos administrativos, el fraude comercial, la contaminación ilegal y las infracciones contra la salud y la seguridad? En realidad, será más exacto describir las formas de actividad policial realizadas en nombre de la “tolerancia cero” como “intolerancia selectiva” (Crawford).

La tolerancia cero contra el crimen legitima la gestión policial y judicial de la pobreza que molesta, afea y denuncia nuestras miserias. La guerra contra el crimen es exclusiva contra los reales, creados o imaginarios delincuentes que carecen de techo, desarrapados, mendigos, semaforeros, canillitas y marginados.

De las cifras milenarias de condenados a muerte sumariamente por los “jueces” policiales podemos concluir que el sistema de garantías para la vida y la libertad funciona fundamentalmente cuando en juego se encuentran quienes son beneficiarios de la fortuna y el poder. Este privilegio obliga a elaborar, adoptar y aplicar políticas integrales de seguridad ciudadana, inspiradas en nuevos modelos y enfoques en el marco de amplias reformas del Estado, del modelo económico, del conjunto del sistema penal y de la consolidación del Estado de derecho.