Noticias

Discurso y ejemplo

Escrito por: Carlos R. Salcedo C.

Me pregunto con frecuencia sobre las claves de la popularidad del presidente Danilo Medina. No por ella, sino por lo que la nutre y posibilita esos resultados. No por lo que eso signifique en términos de satisfacción personal ni para sus funcionarios y el propio partido de gobierno.

Me cuestiono si sus altos niveles de aceptación tienen una relación directa con la calidad de la gestión gubernamental. Si ella está sirviendo para el bien común, para el desarrollo con equidad y para la disminución y eliminación de la pobreza. ¿Cuáles son los presupuestos de esa envidiable percepción a favor de Medina?

La respuesta puede venir dada por los esfuerzos de vincular a la sociedad en las tareas necesarias para avanzar, para superar nuestras miserias y para lograr la tan anhelada cohesión social. La gente valora a un presidente cercano a la gente, vinculado a las soluciones de los problemas fundamentales, un mandatario que escuche, mire directamente a su gente y procure las soluciones generales a través de las particulares de diversas asociaciones y sectores productivos.

Pero lo más importante es que el pueblo califica y valora a sus funcionarios públicos y sobre todo al presidente, como representante máximo de todos y todas, por el ejercicio del poder de manera transparente y ejemplar. Juan Miguel Vicente Martín, sacerdote salesiano ido a destiempo, apenas a los 33 años de su ejemplar vida, pedía a los jóvenes que conocieran a Jesús más por su vida que por su ridícula palabra.

En definitiva, para que un presidente y un gobierno tengan un posicionamiento en términos de percepción positiva debe haber una conexión directa entre el discurso y la praxis gubernamental, entre lo que se dice y lo que se hace.

Faltan ejemplos en la vida pública y si el presidente los está dando todos debemos encaminar nuestros esfuerzos, ciudadanos y de gestión pública, por un mejor país y asumir las exigencias de compromiso ético y de ejemplaridad y transparencia que reclama la sociedad.

Hacerlo bien no debe ser estelar ni debe ser reconocido, es simplemente cumplir con lo encomendado, con la Constitución, con la ley y con el mandato ciudadano. Seguirlo haciendo mejor y superar los problemas estructurales, que aún persisten en nuestro país, es el verdadero compromiso. No es momento de lisonjas, felicitaciones y acomodos. Ahora el reto es mayor, señor Presidente.