¿Queremos un Estado pícaro?
Escrito por: Carlos R. Salcedo C.
Cuántas veces se ha dicho que el nuestro es un Estado pícaro! Hay muchas razones para convenir con tan penosa expresión. Por años diversas instituciones del Estado han incumplido compromisos de pago de diversa índole.
Desde simples deudas por los diversos servicios y obras requeridos por el Gobierno de la nación hasta aquellas derivadas de expropiaciones que, por causa justificada de utilidad pública o de interés social, han sido declaradas por él.
Hemos visto como una considerable cantidad de arquitectos, ingenieros, empresas constructoras y suplidores diversos del Estado han fracasado por la falta de pago del Gobierno de la nación. Hemos visto morir familias y descendencias completas sin haber recibido el pago que, previo a la privación de la propiedad, debió realizar el Estado dominicano.
Por fortuna en los últimos años hemos visto como el Gobierno se ha ido ocupando más seriamente de dicha enojosa e injusta situación, sea a través de pagos directos del presupuesto general de la nación como de bonos, entre otros instrumentos.
Ello ha abierto la caja de esperanzas de la ciudadanía de llegar a tener un Estado cumplidor de sus más elementales obligaciones legales y constitucionales.
Dichas señales se disuelven o desdibujan, y abren espacios nuevamente a la incertidumbre, cuando desde el Ministerio Público parece jugarse a la trampa con los que han sido objeto de imputación y acusación judicial y con quienes se ha arribado a acuerdos permitidos por la norma. No lo digo sólo por el sonado caso de Sobeida Félix, sino porque conozco de otras engañifas en otras partes de la geografía nacional por parte de este órgano fundamental del sistema de justicia.
Esta picardía estatal abre las puertas de par en par al descreimiento en el Estado dominicano, pues el Ministerio Público, lejos de responder con sus actuaciones a los criterios de transparencia, eficiencia y eficacia, como corolario del principio de probidad, promueve el secretismo, la trampa, la ineficiencia y la ineficacia, con el consecuente y siempre peligroso debilitamiento institucional. Y eso sí que preocupa, porque no creo que nos merezcamos más pícaros en el país.
Demasiados hemos tenido. No se puede ser probo a veces, sino siempre.