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Medalaganarismo legal

DSC_3033En un Estado de derecho las leyes deben ser cumplidas por todos, siempre y sin discriminación. La aplicación de las normas de convivencia no debe ser circunstancial.

De lo contrario estaríamos ante el caos, producto del incumplimiento, desconocimiento o ruptura de las normas.

Tomemos el tránsito como ejemplo. Los semáforos son artefactos que dan una sensación de modernidad, pero son más artefactos de lujo que de organización del tránsito.

Se obedecen sus luces si no hay un Amet. Pero eso es “asigún”, pues si pasa un militar la pregunta del agente, al detenerlo por violar la luz roja, no se hace esperar: ¿usted es militar? Si la respuesta es positiva, el agente solo dice: perdone, siga jefe. Si el transgresor es funcionario del Estado, familiar o amigo de este se le pide cordial excusa.

Por estas desfachateces vivimos como chivos sin ley, con el consecuente peligro, luto, llanto y dolor por tantos accidentes y tragedias económicas y humanas provocadas por esta irresponsabilidad ciudadana y del Estado.

Las leyes de transparencia y que tienen que ver con la persecución de la corrupción pública poseen mecanismos que garantizan su efectividad, como la utilización de la figura del rumor público como fundamento de una investigación a una autoridad que ha prevaricado, por no cumplir con los deberes de su cargo.

La función operativa del Estado en la aplicación de la norma pone bajo su responsabilidad la estabilidad social y económica. Y es que las leyes no solo se deben presumir conocidas por todos, deben cumplirse y la autoridad competente hacerlas respetar en todos los casos.

Si hay normas abusivas, innecesarias, obsoletas y que afectan derechos fundamentales estas deben salir de nuestro sistema por cualesquiera de las vías constitucionales disponibles.

Hagamos espacio a los proyectos legislativos que buscan llenar lagunas, contradicciones y deficiencias en el sistema jurídico.

Tomemos en cuenta que las vías legales que utilicemos para resolver asuntos que guarden relación con el orden público y las reglas de convivencia pacífica sean sostenibles en el tiempo, se garantice su cumplimiento y su aplicación efectiva. Comencemos seriamente por el tránsito, la educación vial y el compromiso de todos de ser más ciudadanos que modernos.