Lecciones de una terrible muerte
Es viral la preocupación sobre un inminente colapso del sistema de partidos políticos. Clientelismo, compra y venta de legisladores, transfuguismo, abandono de principios e ideologías, degradación del perfil de candidatos y corporativismo partidario forman parte de las prácticas realizadas sin el menor de los escrúpulos.
Pero antes de que sea tarde la clase política dominicana debe de hacer un alto en el camino desbocado por mantener o ascender al poder, sin importar los medios empleados y, aunque nadie aprende en cabeza ajena, verse en el espejo del descalabro brasileño, venezolano y guatemalteco. Sucesos como el de la deplorable muerte del exrector de la UASD, Mateo Aquino Febrillet, deja la política dominicana sin una persona ejemplar para la sociedad.
Su desoladora muerte debe llevar a la reflexión principalmente a los líderes políticos, pues haciendo de mediador entre candidatos del mismo Partido Revolucionario Moderno (PRM), del que era su candidato a senador en San Cristóbal, pierde trágicamente su valiosa vida.
Los partidos políticos deben nutrirse de gente trabajadora, con ideas innovadoras, moral incuestionable y preparación necesaria para el mejor desempeño de las funciones a las que aspire.
El político mediocre no centra su labor en la generación de ideas, diálogos y hechos que fomenten el desarrollo sano de las organizaciones a las que pertenece y del país. Todo lo contrario, vive de su imagen creada, para manipular y hacer todo lo que quiera, conforme a sus propios intereses, sin parar mientes en la vía utilizada.
Sin hacer juicios de valores personales sobre actores políticos que han sido objeto de críticas por sus condiciones morales y profesionales, no es coincidencia que hoy se encuentren envueltos en procesos con graves imputaciones penales.
En este como en casos anteriores del PLD y otros tantos, la fuerza, la violencia y el discurso perverso, sin contenido, forman parte de las prácticas que son consecuencia de la degeneración partidaria.
Políticos sin educación ni la más mínima idea de lo que realmente debe ser la función de un líder que participe del debate político deben ser evitados por los partidos. Se debe asegurar la disciplina partidaria, el cumplimiento de sus normas y la conducta honrosa de sus miembros.
De lo contrario estamos al tris de sucumbir como nación democrática.