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La cabeza de tres juezas íntegras

“Desarrollo e institucionalidad”

El pasado 9 de septiembre, el Segundo Tribunal Colegiado del Distrito Nacional, integrado por Claribel Nivar Arias, Yissel Soto y Clara Sobeida Castillo, condenaron a 20 años de prisión a Argenis Contreras, por el homicidio de Junior Ramírez y a 1 año de prisión a Faustino Rosario, por actuaciones contrarias a sus funciones en la OMSA. Descargaron otros acusados de homicidio y al Ing. Manuel Rivas, exdirector de dicha entidad, acusado de corrrupción.

A propósito de dicha sentencia la directora de persecución del Ministerio Público afirmó que la jurisprudencia de la corrupción es vergonzosa, indignante, parcial, ilógica, contradictoria, servil, deficiente, errónea y que es increíble cómo la mayoría de los tribunales varían sus criterios exclusivamente para favorecer corruptos y casos de crimen organizado.

No pongo en dudas el compromiso ético, aptitudes y experiencia de Yeni Berenice. Pero la obligación de los jueces es aplicar el derecho, basándose en los hechos de cada caso en concreto, no ceder al miedo a desagradar, ni al deseo de agradar al poder.

El 14 de noviembre de 2009 escribí para el periódico Hoy el artículo “La cabeza de una juez o el precio de la ineficiencia”. Por haber dispuesto la libertad de Sobeida Félix el Ministerio Público atacó despiadadamente a Rosanna Vásquez, jueza del Séptimo Juzgado de la Instrucción. La defendí porque juzgué como suficientes en derecho los fundamentos de su decisión, sin conocerla personalmente siquiera.

He defendido incluso jueces que han fallado en mi contra, sin acudir a denuestos.

Las referencias que tenía de Claribel, Yissel y Clara es que reúnen las mejores condiciones. Tienen personalidad y saben combinar la cortesía con la templanza y la paciencia para dirigir las audiencias. Han demostrado capacidad para comunicarse con calma y están siempre dispuestas a escuchar y considerar lo controvertido. Pero, son juezas firmes, con calma y autoridad.

Son capaces, respetables, experimentadas y éticamente incuestionables. Sus sentencias son motivadas, en hecho y derecho. Condenan con pruebas que pasan el tamiz de la duda razonable y descargan cuando estas no superan el estándar exigido. Son juezas imparciales y constituyen verdaderas joyas de la corona del sistema judicial.

Arias, Soto y Castillo son paradigmas del buen juez, guiadas solo por los principios éticos, la prudencia y se legitiman, no en su propia autoridad, sino en la del jurisprudente.

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