Hipocresía e ilusión descentralizadora
Escrito por: Carlos Salcedo
El tema de los arbitrios ha vuelto a la palestra. Lo ha traído la fijación de arbitrios por uso y mantenimiento de suelo y tarifas actualizadas por los servicios de trámites y procedimientos de planos ante la Dirección de Planeamiento Urbano por parte del Ayuntamiento del Distrito Nacional.
Las reacciones frente a la facultad constitucional que tienen los ayuntamientos de establecer arbitrios en el ámbito de su demarcación, para cumplir sus atribuciones, son naturales. La gran mayoría se resiste a pagar tributos.
Estamos de acuerdo en que es imperativo tener ciudades limpias, sin problemas de drenajes, descontaminadas, ordenadas, ornamentadas, arborizadas, sanas, con edificaciones, calles y avenidas tan bellas y monumentales como nuestra imaginación.
Pero si bien la capacidad de los ayuntamientos para atender las necesidades de sus territorios y habitantes se mide en función de la buena y capaz gestión de sus autoridades, funcionarios y empleados, también se valora por los recursos con los que cuenta.
Sabemos que la modernización de la administración estatal es un requisito para el desarrollo. Sabemos que descentralizando, transfiriendo competencias y servicios podemos alcanzar a democratizar la administración y aproximar los servicios a la gente.
Ahora bien, creemos en la descentralización en el vacío, sin recursos. Se apuesta a la productividad y las economías locales, pero sin dinero. Queremos hermosas ciudades, municipios y distritos, pero no queremos aportar los recursos que les permitan superar sus graves precariedades.
Queremos liberar al Gobierno Central de tantas atribuciones, mejorar la administración, acercar la administración al ciudadano, facilitar el desarrollo y planificación territorial, mejorar los recursos de toda naturaleza y descongestionar las grandes ciudades, pero sin recursos.
Queremos aumentar la participación democrática de la población en la solución de sus problemas para hacer más racional la gestión pública. Se precisa de una comunicación directa de la gente y las autoridades y el establecimiento de mecanismos de participación y control ciudadanos, pero también son imprescindibles los recursos.
Si queremos mejores gobiernos locales dejémonos de vender la ilusión y poesía descentralizadoras. No habrá nunca gobiernos locales con capacidad de respuestas sin recursos. Claro, eficiente y honestamente administrados.