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A UN AÑO DE LA CONSTITUCION

 Escrito por: Carlos R.  Salcedo C.

Hace un año que fue proclamada la nueva Constitución. Pasó la fascinación inicial. Debemos ya medir su implantación.

El primer indicador es el de su existencia formal y su correspondencia con la práctica. Desde su entrada en vigor se ha estado negando el principio de pluralidad democrática, tantas veces reflejado en el Texto Supremo, como señal de modernización constitucional.

Sacada del horno, la Constitución fue y sigue siendo amenazada de muerte. A pesar de la prohibición de la reelección pasados dos periodos consecutivos, seguidores de Leonel proclaman que este puede reelegirse nuevamente.

Solapadamente el Congreso pretende sustraerle al Tribunal Constitucional su facultad constitucional de revisar las sentencias con autoridad de la cosa irrevocablemente juzgada. A la fecha no han sido conformados ni el Consejo del Poder Judicial ni el Consejo Superior del Ministerio Público, aun cuando debieron estar constituidos hace seis meses.

Los integrantes de la Junta Central Electoral debieron permanecer en sus funciones hasta que fueran constituidos la nueva Junta Central Electoral y el Tribunal Superior Electoral. Se prefirió elegir anticipadamente los 5 integrantes de la Junta con un inequívoco mensaje: las mayorías congresuales deben aplastar a las minorías, llevándose de encuentro el principio democrático. Lo propio pasó con la reelección casi total de los miembros de la Cámara de Cuentas.

Falta reformar la ley orgánica del Consejo Nacional de la Magistratura para que pueda funcionar acorde a la Constitución. Pero, a la fecha no se ha iniciado un proceso institucional para la definición de los perfiles de quienes puedan conformar el Tribunal Constitucional, el Tribunal Superior Electoral y la nueva Suprema Corte de Justicia.

La Constitución es un instrumento ciudadano, de eficacia directa e inmediata para la defensa del orden constitucional y es muro de contención para las arbitrariedades de los factores del poder. Los pecados originales cometidos en este primer año nos deben comprometer mucho más para que la letra constitucional se traduzca en un producto del quehacer constitucional diario, que permita encajar la teoría con la praxis, única manera de vencer los individualismos que imponen criterios y estrangulan la fuerza social productora del cambio.