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Habilidades y deontología del abogado de hoy (3/3)

“Desarrollo e institucionalidad”

Luego de abordar el importante rol del abogado en la sociedad, hoy abordaré sus habilidades y principios éticos para ejercer su rol efectivamente y superar los obstáculos del camino.

El abogado debe tener suficiente inteligencia emocional, que se traduzca en excelentes relaciones con el cliente y buen trabajo en equipo, fortaleciendo sus habilidades blandas. Esto lo distinguirá de las tecnologías que pueden suplir sus labores, pues difícilmente estas no sustituyen el escuchar, aconsejar y acompañar a la clientela.

Si bien la especialización es un reto, también permitiría al abogado una mayor competitividad, debiendo comprender el lenguaje de los negocios, ser multilingüe y global y hacer otras especializaciones para poder entender mejor las necesidades de sus clientes.

Tiene el reto de insertarse en el mundo de la inversión extranjera y entender cómo funcionan los sistemas legales de sus socios comerciales. Debe viajar y estudiar en el exterior y si no puede, mantenerse en investigación constante y en captación de conocimientos externos por otras vías posibles.

Además de las habilidades tradicionales de hablar y escribir debe saber investigar y presentar escritos con gran corrección. Además, debe manejar Word, Excel y Power Point, Google, diligenciar reportes de tiempo, compartir agenda con su equipo y dominar los sistemas que son prerrequisitos para el buen funcionamiento de los negocios.

“La abogacía no se cimenta en la lucidez del ingenio, sino en la rectitud de la conciencia. Esa es la piedra angular; lo demás tiene caracteres adjetivos y secundarios” (Osorio).

El abogado debe ser íntegro. Se distingue de otros profesionales por el cuidado en el detalle, la prudencia de opinión, el sosiego en el estudio y el manejo técnico para concretar valores y principios generales y la aplicación de la norma. Su éxito estará determinado por su capacidad de constante cambio, capacitación y de entendimiento de la sociedad.

La formación deontológica es condición indispensable, puesto que debe ser ente de transformación. La abogacía genera la apertura del poder que otorga el conocimiento; pero también genera necesidad y responsabilidad de sometimiento a disposiciones éticas, las que en nuestro país están consagradas en el Código de Ética del Profesional del Derecho, donde se establecen como deberes esenciales la probidad, independencia, moderación, confraternidad, lealtad, veracidad y buena fe en sus actuaciones, tanto en su vida profesional como privada.

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