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Corrupción en agencias policiales, secreto a Voces

Escrito por: Carlos R. Salcedo C.

Lo que es un secreto a voces, en las instituciones de investigación, detección y persecución del crimen organizado, se ha confirmado por el reciente escándalo de la Dirección Central Antinarcóticos (Dican).

Según la Procuraduría General de la República altos oficiales de la Policía Nacional y fiscales estarían involucrados con el robo y comercialización de casi 1,000 kilos de cocaína de la Dican, de la Policía Nacional.

La corrupción que permea las agencias de persecución y acusación del tráfico drogas tiene múltiples razones. Desde las reformas institucionales pendientes, para superar su primitivismo, autoritarismo y anquilosamiento, hasta el bajo nivel salarial de los agentes y un inadecuado sistema de seguridad social, son solo parte de las cuentas de este rosario.

Que la propia autoridad viole los principios y valores fundamentales de sus sagradas misiones, tiene un efecto pernicioso sobre la autoridad legítimamente establecida.

Los agentes corruptos dejan fuera las reglas morales y jurídicas formalmente aceptadas. Estas normas destacan el trabajo, el esfuerzo, el sacrificio y la democracia.

Pero quienes, no solo no cumplen con sus labores, sino que se sitúan del lado de la delincuencia, cambian todo por el dinero fácil y una serie de prácticas que hacen que sean ineficaces e inválidas las normas y hacen cambiar lo legal en ilegítimo y lo ilegal en razonable y necesario.

Con sus cuestionadas actuaciones, quienes han obrado como los agentes del Dican, de la DNCD y del Ministerio Público, contribuyen a crear otro Estado, permisivo y propiciador del crimen organizado en sus más diversas manifestaciones.

Con sus conductas los agentes corruptos, como las de todos los que viven del crimen organizado, inciden de forma perjudicial en la cultura política del país, esto es en los valores y actitudes que conforman el accionar político; afectan la democracia, pues se confunden las líneas que separan lo legal de lo ilegal y, en consecuencia, se generan lealtades diferentes a las del Estado con el consiguiente cambio en la opinión pública, lesionando de manera negativa el funcionamiento del sistema.

Negar esta realidad y no actuar para superarla sería dejar que el Estado sea sustituido por un estado delincuente. Ya hace años, presidente Medina, que urge una profunda y verdadera reforma. Sea usted la punta de lanza.