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Pasos firmes

Doscientos un años han pasado desde que Quisqueya vio nacer a Duarte. Como cada año, recordamos su natalicio con más o menos fervor. Vemos como se incita a seguir el ejemplo de nuestro prócer y hacer de sus ideales material para la transformación de nuestra sociedad. Pero, al igual que los años pasados, no hubo expresión de apasionado patriotismo con respecto a su nacimiento.

Da pena ver que el año pasado con motivo del bicentenario pocas fueron las actividades que se realizaron en su honor ni tampoco hubo marchas o concentraciones. Digo esto porque al igual que este año, habría sido más gratificante ver a la misma cantidad de personas que se congregaron para pedir muerte a los traidores en noviembre pasado en el Parque Independencia, exaltar la figura del ideólogo de nuestra nación. Como el bicentenario, este año también pasó sin pena y sin gloria. ¿Dónde se encontraban los ultra-defensores de la soberanía decimonónica el pasado día veintiséis?

Tampoco extraña que el día de Duarte pasara desapercibido: no es la primera ni será la última vez que se mancilla la memoria histórica de Juan Pablo. Lo hacemos día a día y con tanta devoción que somos incapaces de sacar a Pedro Santana del Panteón de la Patria.

Ahora bien, con este escrito no pretendo repetir lo de siempre: la queja de que cada vez estamos más alejados de los ideales de Duarte. No. Lo que aquí me propongo es indicar que ya es tiempo de tomar la acción, esto es, hacer de las ideas de Duarte una realidad y para eso hay que refundar la República.

Refundar la República no significa reformarla, no se trata de decorar el sistema porque mantendría los mismos vicios originarios. Con refundar la República me refiero a la destrucción de este orden injusto y reproductor de vilezas para luego construir esa República acoplada a los ideales de Duarte y los trinitarios.

Este compromiso pertenece a esta generación de jóvenes y es impostergable e indelegable. La politeia dominicana está nuevamente sumida en una profunda crisis que amenaza con definirse en el establecimiento permanente de una casta política corrupta, ideológicamente vacía y con el único objetivo de saquear las arcas del Estado y terminar de hundir al país.Quienes nos gobiernan desde hace un poco más de cuarenta años, son la perfecta definición de lo que es el fracaso. Hoy, a pesar de tener una economía más diversa, con mejor acceso a servicios y productos, como ya he escrito anteriormente, paradójicamente somos más pobres y de seguir con el mismo sistema político lo seremos aún más dentro de pocos años.

Por eso, la juventud dominicana que desee un país mejor y apegado a las ideas de nuestro patricio, tiene la obligación de terminar con este sistema y dar pasos firmes hacia la refundación de la República. No hay reforma que le quepa a este orden, no existe otra forma de evitar vicisitudes a las generaciones futuras si no es través de la construcción de una nueva política, de una nueva República.

Este es el momento histórico, nuestra Termopilas.