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No tenemos tiempo

Son muchas nuestras debilidades institucionales, empresariales y de recursos humanos. Conocemos nuestros problemas. Tanto que han quedado reflejados en miles de documentos, discursos, talleres, conferencias, charlas, congresos y declaraciones de políticos, empresarios, intelectuales, instituciones de sociedad civil y profesionales de las más diversas áreas.

Somos un país de servicios, de turismo, zonas francas y remesas. Con muchos recursos naturales y con una geografía envidiable. Conocemos mucho de lo que económicamente debemos hacer, sabemos de nuestras necesidades de empresarios más comprometidos con la tecnología, la innovación y la eficiencia. Carecemos de empleados más creativos y formados, educados y con conciencia y capacidad para generar las metas del desarrollo que nos hemos propuesto.

Sabemos de nuestras ineficiencias administrativas y ejecutivas. Estamos claros que más que normas y procedimientos, carecemos de un equipo de gobernantes –no de dos o tres ministros o directores capaces e íntegros- en capacidad de transformar su visión de liderazgo en realidad. Son muchos los intentos, muchos de los cuales hemos valorado en su oportunidad; pero la visión integral traducida en praxis gubernamental que sea la sombrilla de cada una de las instituciones del Estado es el gran déficit del cual padecemos.

Nuestros errores ancestrales y repetidos nos enseñan que no hemos sido capaces de aprender de nuestros maestros, los errores. Sin embargo, como afirmó Mohammed bin Rashid Al Maktoum durante su participación en el World Economic Forum 2017, y como ha sido recogido en su más reciente obra titulada Mi Visión, “Aunque el fracaso es un gran maestro no podemos ni tenemos el tiempo para aprender de estos. Las sociedades humanas no pueden ser sometidas a tal proceso. Debido a que se trata de seres humanos debemos optar por una experiencia exitosa de desarrollo y un enfoque científico en su aplicación”.

Los males estructurales e institucionales, el hambre, los problemas del sistema de salud, de educación, la pobreza y la desigualdad social no esperan. La determinación de nuestros líderes debe manifestarse no sólo en palabras, sino en propósitos claros, medibles científicamente, y en acciones mucho más concretas en beneficio de toda la población, no de ellos mismos o un de grupo en específico. La vida y los derechos son actuales y no esperan.

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