
Los débiles y el desarrollo
Escrito por: Carlos R. Salcedo C.
La calidad de una sociedad se mide por la forma como trata a los débiles.
No puede ser desarrollado, ni aspirar a desarrollarse, un país que otorgue un trato de segunda categoría a los pobres, niños, envejecientes, enfermos y discapacitados.
No puede ser justa ni de derechos, por muy bonita Constitución que tenga, una nación que no garantice los mínimos necesarios para la vida, educación, salud, y dignidad, de manera particular de quienes por su situación de vulnerabilidad requieren de la protección del Estado.
Vivimos en un contexto de inseguridad económica y social, de pobreza, desigualdad, inequidad y exclusión. Esta realidad afecta con mayor gravedad a los grupos más depauperados, especialmente niños, ancianos, mujeres y discapacitados, donde hay pobreza extrema, desigualdades sociosanitarias, socioeconómicas, en salud, educación y alimentación.
Los altos niveles de desigualdad e inequidad los vemos a diario cuando comparamos los grupos con relaciones desiguales, que se apropian de manera desigual de recursos y beneficios, con la consecuente ruptura de la cohesión social.
Cuando advertimos las situaciones de carencia de la población que queda fuera de los circuitos de desarrollo, de integración social y económica y del bienestar en general, estamos frente a la pobreza y la exclusión.
A pesar de que las enfermedades llegan a ricos y pobres, son los grupos más empobrecidos, de condición socioeconómica más precaria los que concentran todo tipo de enfermedades y epidemias.
República Dominicana debe determinar si las reformas de salud y del sistema de seguridad social han puesto la salud como mercancía y la garantía de su atención ha quedado sujeta a las leyes del mercado, con un Estado realizando actividades de asistencia y caridad pública para los pobres. Esto último no es lo característico de una sociedad desarrollada y de derechos. Es más bien propio de una sociedad de privilegios, de un Estado asistencialista, caritativo y de no derechos.