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La Justicia Dominicana

Escrito por: Carlos R. Salcedo C.

En mayo de 2006 hice un diagnóstico de la justicia dominicana. Decía: “Brota, como agua de manantial, la inquietud del necesario y pronto adecentamiento y sana administración de la justicia dominicana”.

“La justicia se ha constituido en un verdadero rompecabezas, sobre todo para los administrados, que sufren los embates de una justicia altamente dependiente de los poderes públicos que la han hecho su fiel servidora, ora por la vía de la designación de jueces, ora por la dependencia económica avasalladora a que un poder público tiene sometido al otro y otras veces por el control político del gobernante sobre el poder que tradicionalmente venía designando a los miembros del anhelado Poder Judicial”.

“Debemos hablar de la justicia como un todo, pues los males y virtudes, propios de este poder fundamental del Estado, llamado a garantizar la vida ordenada y justa en sociedad, aquejan y benefician a la gran mayoría, administrados y administradores, no pudiendo darse el uno sin el otro”. Como parte del diagnóstico, decía entonces: “1.

Lo que es la justicia dominicana actualmente. (…): 1.2. Hay venalidad y visible compromiso de jueces y ministerio público con los sectores del poder político y sectores aliados que hicieron y hacen posible su elección (…) 1.5.

Hay lentitud en los procesos judiciales, lo que provoca amontonamiento de expedientes. (…) 1.7. Existe tráfico de influencias (…). 1.18.

Vemos irrespeto de las decisiones judiciales por parte de los agentes encargados de darle final cumplimiento (desacatos judiciales) (…) 1.20.

Existencia de leyes y códigos obsoletos y lejanos a nuestra realidad social, que imposibilitan una adecuada administración de justicia conforme a los tiempos modernos, de garantías para el procesado y las víctimas y eficiencia del sistema. 1.21. Existe un vasto inventario de leyes sin aplicación real (…).

Don Mariano Germán, a pesar de una década de avances, si la “justicia dominicana estuviera en su mejor momento” no se estuvieran repitiendo muchos de los males que dieron ocasión a la reforma sustancial del sistema judicial.

Asumamos esa realidad y hagamos un compromiso firme para retomar la agenda que el país espera: necesitamos justicia, no politización de la justicia.

De lo contrario, seguiremos viendo el “eterno retorno” Nietzscheniano, teniendo la población que aceptar que todas las miserias de la justicia dominicana, pasadas, presentes y futuras se repetirán eternamente.