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El Congreso Nacional desbocado

Escrito por: Carlos R. Salcedo C.

 Por la actitud del gobierno y los anuncios hechos por los representantes del Congreso Nacional era de esperarse la aprobación del cuestionado proyecto de reforma tributaria.

La forma atropellada en que fue aprobado constituye un atentado al principio de la democracia participativa que se viene predicando desde el gobierno y pone en juego las instituciones y los procedimientos que le sirven de base.

Más allá del salto al Pacto que manda la Constitución para producir este tipo de reforma, es grave que el Congreso haya aprobado con una mayoría absoluta una ley que requiere mayoría calificada de las dos terceras partes de los presentes en ambas cámaras, transgrediendo lo previsto en el artículo 112 de la Constitución, que incluye como leyes orgánicas las que por su naturaleza regulan la “planificación e inversión pública”.

Con una imposición de tributos lo que hace el Estado es poner a los ciudadanos a cumplir con su deber de “tributar, de acuerdo con la ley y en proporción a su capacidad contributiva, para financiar los gastos e inversiones públicas” (art. 75.6 CR).

Toda ley tributaria pertenece al régimen de las finanzas públicas, a través de las cuales el Estado obtiene los ingresos necesarios para cumplir con sus fines, por lo que la ley a través de la cual el Leviatán impone los tributos y cargas como fuentes de ingreso es orgánica.

Salvo que la ley tributaria sea para satisfacer necesidades particulares o no planificadas, lo que prohíbe la Constitución, los gastos e inversiones  públicas se solventan con los recursos obtenidos ordenada por vía de impuestos o por vía de ingresos extraordinarios. Lo primero requiere, por su naturaleza, mayoría especial para su aprobación en el Congreso.

Presidente, su mesura y visión para medir las consecuencias de la falta de consenso y la violación a la Constitución, puede impedir que el río desbordado lacere más la esperanza ciudadana, hoy en estado agónico.