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Cuidado con el populismo

Como herramienta de control político el populismo desmoraliza a las sociedades civilizadas. Frecuentemente es utilizado por intereses espurios para alcanzar el poder, desestabilizar, desmoralizar y generar crisis colectivas. Los populistas establecen sus ideales en un proceso de normalización de los nuevos valores que predican.

Pero, cualquiera que emplee mecanismos de manipulación para generar adeptos para causas particulares y en detrimento del interés nacional, debe saber que a través de la historia los esclavos de la represión, del abuso, de la desigualdad social, los vulnerables y grupos que se han encontrado en situaciones donde sus derechos fundamentales han sido violados, terminan generando revoluciones de cambio hacia sociedades respetuosas de los derechos, más transparentes y más justas.

En general los populistas son buenos en diagnosticar situaciones incómodas en el seno de la sociedad. Saben canalizar esos descontentos en la población y hacerse camino en los puestos de mando de la nación. Lo que nunca han hecho es resolver los problemas neurálgicos que afectan a la sociedad.

Una cultura verdaderamente democrática debe venir no solo de los líderes de país. Debe ser asumida con responsabilidad por cada ciudadano, aportando en la medida de sus posibilidades al desarrollo de la nación. Una ciudadanía responsable cohesionada en torno a objetivos comunes a largo plazo de fortalecimiento institucional, desarrollo económico y social, garantiza una estructura de gobierno que impida el engaño de populistas y oportunistas.

Las tendencias hacia la democratización e institucionalización de las sociedades siempre deben ser defendidas. El ascenso de los populistas en diversas regiones del mundo es una muestra de que este tipo de políticos siguen tomando cuotas de poder bajo la premisa de la ignorancia global de sus electores y al aprovechamiento de circunstancias que permitan su ascenso al poder de manera rápida.

Los gobiernos comprometidos con el respeto a los derechos humanos sirven mejor a su gente al ser más propensos a evitar la corrupción y la arbitrariedad, que tan a menudo acompañan a los gobiernos autocráticos. Los gobiernos ​​donde el oído se encuentra en el ciudadano, en sus derechos humanos y los problemas sociales tienden a ser más flexibles y son reemplazados de manera más fácil cuando sus ciudadanos sienten descontento.

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