Políticas públicas inteligentes
En democracia los ciudadanos recompensan con nuevos períodos en el poder a quienes ejecutan políticas públicas en beneficio de todos, con la intención de preservar los avances y las buenas prácticas gubernamentales. Por el contrario, una deficiente gestión gubernamental es castigada con el voto de rechazo de la mayoría de la población.
La valoración de un gobierno depende tanto de la calidad de sus obras y servicios como de que tan inteligentes, efectivas y transparentes sean sus acciones y políticas, creando opciones al ciudadano en un entorno en el que se puedan tomar decisiones informadas. Hablamos de corregir comportamientos en la ciudadanía que no son deseados impulsando los que vayan en su beneficio (Richard Thaler Nudge and Cass Sunstein 2017).
El liberalismo paternalista en la toma de decisiones de los usuarios de servicios públicos funciona en la medida en que la conducta que se fomenta desde el Estado garantiza mayor bienestar a sus ciudadanos. Es la persona que debe elegir el mejor plan de salud posible, el centro educativo que mejor le convenga, la comunidad donde habitará, un trabajo en el que desarrolle sus competencias y metas personales.
Usualmente notamos los cambios en las políticas públicas del Estado cuando se ha aprobado una legislación nueva. Pero la política es mucho más que eso y es donde, sin desdeñar el orden jurídico necesario, debemos enfocarnos más: cuál es la calidad de los gastos que ejecuta el gobierno, incentivos (impuestos y subsidios), salud, educación, seguridad social, vivienda, seguridad jurídica, transparencia, regulaciones y procesos administrativos, perfiles del funcionario público y los especialistas que asesoran directamente a las instituciones. ¿Qué tan efectivas son nuestras políticas públicas actuales en materia de redistribución de las riquezas, aumento de nuestra productividad, innovación, seguridad ciudadana, eficiencia en la resolución de las conflictos sociales y cuál es la mejor manera de medir su efectividad o fracaso?
La visión no es la de un Estado que solo hace un trabajo, que incluso podría estar bien valorado. Lo más importante es ver si lo hace de la manera más inteligente, maximizando los resultados positivos para la población y el desarrollo de nuestra democracia y sus instituciones. No solo lo deseamos, lo queremos.