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No basta cambiar las siglas

Desde hace unos pocos años, la sociedad dominicana clama insistentemente por cambios profundos y necesarios para tener un país justo, digno y próspero. Los partidos tradicionales no escuchan estos reclamos y de cara a las próximas elecciones urge una propuesta capaz de afrontar los retos que supone responder las demandas sociales. Para satisfacer la insistencia de la sociedad no es suficiente con pintar a un partido con otro color ni ponerle un nombre más moderno, como ha entendido un segmento del escenario político, sino que se requiere de una propuesta firme, fresca y verdaderamente comprometida con el bienestar de la población.

Para lograr las transformaciones sociales que necesita la República no basta con cambiar las siglas de un partido. El PRM no es más que el mismo PRD. Los sectores que se llaman progresistas y están aliados a la causa del PRM traicionan a esa parte de la población que aspira a un verdadero cambio político en el país.

La rotura con la partidocracia se hace indispensable para volver a generar ilusión en la gente y avanzar hacia una política que apueste por la democracia, la institucionalidad y el bienestar del país

Apoyar propuestas añejas y hartamente conocidas, como la del PRM, implica mirar hacia otro lado cuando comiencen a desplegar sus herramientas de campaña en la próxima contienda electoral: repartición de cargos, montar tarimas para espectáculos con bailarinas, pagar 500 pesos y un pote de ron a los que asisten a los shows, las discolight, las compras de votos y todas las demás artimañas propias de un partido tradicional que solo conoce ese estilo burlesco y denigrante de hacer campaña política.

En efecto, el único estilo de campaña que conocen los dirigentes del PRM es el del clientelismo, tal y como el PLD. Por tanto, más de lo mismo. Tristemente, la población no puede confiar en esos grupos que se llaman progresistas, que dicen querer cambiar la situación económica, política y social del país; mas brindan su apoyo a sectores que son los responsables del desastre institucional del país.

¿Cómo pueden venderse como novedosos y comprometidos con las luchas sociales nacionales cuando apoyan candidaturas como la del ex presidente Hipólito Mejía? ¿Qué tiene de renovador apoyar a un partido en cuyo gobierno participarían los mismos viejos robles de siempre y que han tenido varias oportunidades para sacar adelante al país?

El país no aguanta más estafas ni engaños ni desalientos. Disfrazar como propuesta novedosa, fresca y comprometida al cambio de unas siglas de un partido escindido es dañar gravemente la inteligencia del pueblo; pero sobre todo implica una defraudación de la poca esperanza que queda y desincentiva la participación política de los jóvenes hambrientos de verdaderos cambios.

No se trata de tumbar una mafia para imponer una nueva casta o más bien restaurarla. Tampoco se trata de cambiar el domicilio del partido ni de tener un local nuevo. Lo que se requiere es trabajo mano a mano con la gente, desligarse de sectores que por gestiones gubernamentales pasadas están manchados hasta el cuello de corrupción.

Quitar al PLD para poner al PRM es legitimar un sistema de partidos decadente y descompuesto. No es hacer los cambios sociales que el país necesita sino cambiar una prole envilecida por otra hambrienta de poder.

Aquellos que estamos seriamente comprometidos con el cambio en la República Dominicana y que estamos dispuestos a unir fuerzas para realizar las transformaciones sociales que el país requiere, rompemos contundentemente con todo aquello que esté ligado a los partidos tradicionales. La rotura con la partidocracia se hace indispensable para volver a generar ilusión en la gente y avanzar hacia una política que apueste por la democracia, la institucionalidad y el bienestar del país.

Solo las propuestas que frontalmente estén dispuestas a una ruptura con la partidocracia y a brindar esperanza a la población, podrán acometerse a la transformación democrática de República Dominicana que necesariamente implica, por poner ejemplos, tocar las estructuras de un modelo económico improductivo y concentrador, proteger a los trabajadores de una reforma laboral espuria, elevar la calidad de los servicios sanitarios y educacionales, y mover los cimientos de un sistema de seguridad social secuestrado por intereses meramente privados.