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La represión de siempre

El miércoles pasado, el país presenció nuevamente el abuso que cometen las fuerzas policiales cada vez que hay manifestaciones contra los intereses del gobierno. Esta vez, los violentados fueron los participantes que estaban frente al Palacio Nacional e intentaban marchar y realizar una cadena humana frente a la Oficina de Ingenieros y Supervisores de Obras del Estado (OISOE), institución envuelta en el escándalo de corrupción y tráfico de influencias destapado por el penoso y triste suicidio del arquitecto David Rodríguez.

Al margen de la indignación generalizada por el escándalo y la muerte del arquitecto, es preciso que nos detengamos a condenar la actuación de la Policía Nacional con los manifestantes. Otra vez volvieron a demostrarle a la ciudadanía que no son capaces de cumplir su rol en las manifestaciones y protestas de los ciudadanos: guardar el orden y garantizar la protección de la integridad física de los manifestantes. De hecho, los primeros que deben auxiliar a quien sufra alguna lesión o emergencia médica durante una manifestación deben ser, precisamente, los policías.

Guardar el orden y proteger a los manifestantes es su rol. No pueden intervenir en la protesta más que si peligra la vida o integridad física de los manifestantes debido a tumultos o expresiones violentas que rompan el orden de una protesta pacífica. Y en todo caso, la intervención de la Policía Nacional no debe ser violenta ni de agresión a los participantes.

Guardar el orden y proteger a los manifestantes es su rol. No pueden intervenir en la protesta más que si peligra la vida o integridad física de los manifestantes

La Policía Nacional no sabe cómo comportarse ante manifestaciones. El tufo trujillista que permea la formación de los miembros de esa institución, les infla de un ego que les hace entender que los ciudadanos están a su servicio y no al revés. Por eso el maltrato e irrespeto por los derechos de los ciudadanos y la facilidad con que no obtemperan agredir y reprimir a quienes protestan.

Todo el que ha ido a una protesta sabe bien que tan pronto está la Policía Nacional en el área, el ambiente se torna tremendamente hostil sin importar lo pacífica que sea la manifestación. Y esto es así porque los miembros de la Policía Nacional provocan y están en la espera de la mínima provocación de parte de algún manifestante para comenzar a agredir y dispersar por la fuerza la protesta.

Recuerdo que en el año 2012 escribí sobre la necesaria reforma policial a raíz del mal manejo de las protestas que se desencadenaron en San Francisco de Macorís, Salcedo y en la UASD, donde hubo muertos y heridos porque simplemente la Policía Nacional no está capacitada para manejar las protestas.

Lo sucedido frente a la OISOE muestra, otra vez, la represión de siempre por parte de la Policía Nacional, institución que agrede y violenta sin piedad a los ciudadanos que está llamado a proteger.

La Policía Nacional con su maltrato constante a los ciudadanos, su represión a las protestas, su mafia interna que la carcome y los cientos de intercambio de disparos demuestra que es una institución anacrónica y no conforme con el Estado Social y Democrático de Derecho que instaura la Constitución.

La Policía Nacional es una institución que debe ser completamente transformada para que sus miembros comprendan que no están para maltratar a los ciudadanos cuando estos ejercen sus derechos de disentir, expresarse y manifestarse, para que entiendan que los ciudadanos no son sus súbditos ni ellos son la Ley y el Orden, sino que esta institución está al servicio de la ciudadanía y tiene que trabajar de la mano con ésta.

La transformación de la Policía Nacional es una tarea impostergable y la clase política gobernante tienen voluntad para efectuarla. Por eso las organizaciones progresistas tienen que propulsar no la reforma policial sino la transformación de raíz de la Policía Nacional.