Juancito, violencia y paz
Las banderas que ondeaban a media asta representan el luto que embarga al pueblo dominicano por la violenta, inesperada e injusta muerte de Juan de Los Santos, quien hasta su sentida muerte era el eficiente alcalde del municipio de Santo Domingo Este y miembro del Comité Político del PLD.
Junto a él pierde el país y sus familias dos otros valiosos seres humanos. No es el momento de acusar ni exculpar. Ya la justicia divina dirá su última palabra, porque la humana ya nada podrá hacer.
La violencia social corrompe la paz y el desarrollo de nuestro país. Diariamente los medios de comunicación nos muestran una cruda realidad: asesinatos, violaciones, atracos y diversas formas de violencia. Por la frecuencia con que suceden estos lamentables hechos hemos perdido la capacidad de asombro. Seguir pasivos ante tantos eventos de muertes causadas por armas es aceptar la pérdida de nuestra racionalidad.
El Estado social y democrático de derecho asume la violencia de las armas como una manifestación desviada del comportamiento social humano que contradice los valores de paz social, libertad, igualdad, dignidad y respeto. Hemos trazado un camino juntos, pero estamos viviendo en una cultura de violencia.
Cuando como sociedad aceptamos la violencia como única respuesta, ante las adversidades y situaciones que el mundo nos presenta, llega el cuestionamiento y la revisión.
La incompatibilidad de metas que tenemos como nación no nos ha dejado marcar una agenda común efectiva y en la que se integren los diversos sectores sociales.
Si se logra –no tenemos otra opción- empezaremos a atacar a fondo los problemas estructurales que originan muertes violentas e inesperadas.
El suceso del pasado martes nos debe llamar a reflexionar como sociedad. Entre las lamentables muertes perdió la vida Juancito, amigo y vecino. Hombre sencillo, humilde, cercano, generoso, padre, esposo y hermano amoroso. Político y empresario exitoso y ser humano de bien.
La violencia es una epidemia que nos sigue dañando. No tenemos otro camino que sacar la mejor lección de este infausto hecho, que nos enlútese: debemos trabajar todos para ser un mejor país.
Cuando las acciones violentas predominan y la cultura de miedo, de la discriminación, el desorden y la anarquía nos arropan, retrocedemos como sociedad. ¡Luchemos por una cultura de paz!