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Grecia: aprendamos en cabeza ajena

Escrito por: Carlos R. Salcedo C.

Grecia enfrenta la peor situación económica desde su independencia del imperio otomano hace 196 años. La corrupción les cuesta a ellos de un 8% a un 10% de su producto interno bruto.

Es el país más corrupto en la Unión Europea, con un 25% de desempleo total y un 50% en la población joven. El nivel de corrupción en los países desarrollados es mucho menor que en las economías emergentes, donde el ingreso per cápita de los países en vías de desarrollo es un tercio, en comparación con el ingreso de los países que poseen menores niveles de corrupción gubernamental.

¿Qué tienen en común Dinamarca, Nueva Zelanda, Finlandia y Suecia, los menos corruptos del mundo? Altos niveles de ingreso per cápita, baja desigualdad, tasas de alfabetización cercanas al 100%, y como eje transversal de sus políticas públicas están la defensa de los derechos humanos, igualdad de género, libertad de información, transparencia y efectividad en el gasto y el manejo de los fondos públicos, conjugado con un régimen de consecuencias severas en materia de corrupción. República Dominicana ocupa la posición 115 de 175 países en percepción de la corrupción. No estamos bien.

La corrupción causa la dilapidación de la calidad y la cuantía de las inversiones públicas, afectándose el capital humano que forma parte de la economía con mala educación, sistemas de salud quebrantados, desempleo, pobreza, inseguridad y un Estado que cuenta con serias dificultades presupuestarias.

La corrupción desorienta la inversión pública en áreas menos productivas y con menos incidencia en el desarrollo integral. Las empresas se afectan incrementándose sus costos de producción y reduciendo la rentabilidad de las inversiones. Si no podemos aprender de otra cabeza, copiemos de otros países las buenas políticas en materia de lucha anti-corrupción.

No nos resignemos. La ciudadanía debe cumplir su papel, pero el Estado tiene una responsabilidad mayor. El presidente Medina y el Ministerio Público deben actuar, investigando y persiguiendo a los funcionarios que van al Estado a hacerse de fortunas a costa de los recursos públicos.

Pero no basta con sanciones. Necesitamos una reforma integral del sistema tributario, con un código ético para los recaudadores de impuestos. Hay que atacar los sobornos, peajes, tasas inexistentes, clientelismo, influencias y favores. No es tarea fácil, pero necesaria y no imposible.